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La espada rota

Recuerdo de mi infancia un libro dedicado a gestas encomiables, cuentos que podían inspirar a los niños que los leyesen. Uno de ellos hablaba sobre un pobre hombre que, en mitad de la batalla, se quedaba sin espada y huía de la vanguardia, desarmado y vencido. Pero, entre los cadáveres, encuentra una espada rota…

El Real Madrid llegaba a la semana más exigente de la temporada mermado por bajas muy importantes, tanto de recorrido como de última hora como la de Varane. Estaban vivos en La Liga, sí, pero Barcelona y Atlético seguían por delante. En Champions habíamos esquivado el lado de los cocos, pero el Liverpool tenía a su tridente en ataque y la defensa blanca era un cuadro sin sus titulares (la misma situación, por cierto, que la de los ingleses).

Hagamos un ejercicio de imaginación: pongámonos en el lugar de Nacho y Militao. El primero, hombre de club muy querido, claro, pero no tan valorado (Nacho estaba fuera a sabiendas de los fichajes por venir y la gente por renovar), debe dar un paso al frente en un momento crítico ante la baja del líder del equipo: Sergio Ramos, central más dominante de lo que va de siglo. Lo de Militao es lo mismo, lo mismito, pero sólo con horas para mentalizarse ante el repentino positivo por COVID de Varane. Yo trato de ponerme en su piel y es cuando entiendo cuán importante es tener la cabeza amueblada en el deporte de élite y cuánto más en el Real Madrid, porque el mundo entero te mira esperando no que cumplas, sino que seas el mejor.

Bien, hagamos lo propio con Valverde. He llegado a leer que El Pajarito no ha tenido una buena temporada hasta el momento de la semana crucial. Yo es que creo que Valverde es un crío que en cualquier otro equipo sería una promesa de precio incalculable, pero que aquí eso no vale como justificación. El caso es que ha tenido que salir, dominar y hacerlo en posiciones que le son ajenas porque Zidane le habrá dicho: “te necesitamos”. No se le escuchará queja y lo que sabremos lo haremos por medio de trinos de su encantadora mujer.

¿Qué decir de Vini? Lo pienso y me da la risa. Hagamos memoria: pensemos de dónde venía hace una semana y dónde está hoy. Estas cosas sólo pasan en las grandes epopeyas, ¡cómo no emocionarte!

El caso es que podríamos hacer una parada porque cada una de las cabecitas de nuestro equipo porque todas tienen que ser ensalzadas. Qué decir de nuestra Guardia Pretoriana: Kroos, Modric, Casemiro (¿hay hoy un centro del campo mejor en el planeta?) y Benzema. ¿Courtois? Por motivos de espacio no lo haré, pero no podemos avanzar sin pasar por la mente del artífice de todo: Zidane. Del francés se han dicho barbaridades. No creo que exista un entrenador con un palmarés cercano al suyo a excepción de del Bosque. Nada de eso cuenta, porque en el Madrid no puedes vivir del pasado. El caso es que el equipo se le caía y con él la temporada, que parecía escurrírsele al llamado brujo entre los dedos como arena imposible de sujetar. Debía no sólo competir, necesitaba ganar para seguir vivo y no dar por perdida una temporada que ha sido, en líneas generales, convulsa.

Esta era la situación. Liverpool-Barcelona-Liverpool.

Vértigo.

Pues nada: victoria-victoria-empate. La plantilla reforzada porque todos, salvo alguna excepción (ay, Asensio), no es que se hayan resarcido, es que son élite. Han podido hacer un juego bonito cuando han hilado y corrido, han dominado la mayor parte del tiempo y han sobrevivido cuando estaban entre la espada y la pared. A eso se le llama tablas, veteranía.

El Real Madrid ahora está fundido, sí, pero vivo. Y esta semana heroica ya no se lo quita nadie, ya es para la historia.

El caso es que ayer los miraba y me acordaba del cuento. El caballero empuña la espada quebrada y se da la vuelta para volver al fragor de la lucha. No sabemos qué suerte corre, pero es que eso es lo de menos. Vuelve, con una espada rota, porque no se rinde. Ésa es la gesta: no abandonar jamás, cualquiera que sea el pesar. Ahí están la épica y la grandeza.

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